lunes, 24 de abril de 2017

La prosa sudorosa


La prosa sencilla se ve como algo escolar, amateur, porque transmite la sensación de que el texto no ha costado esfuerzo.




En una conversación con Fernando Aramburu en la revista El Cultural, Fernando Savater cuenta que fue al Museo Romántico de Madrid y vio algunos manuscritos de Bécquer. Savater admiraba la claridad y simpleza del poeta, pero vio que los textos expuestos estaban llenos de “tachaduras, rectificaciones, arrepentimientos, añadidos… ¡Cuánto esfuerzo le había costado llegar a la definitiva sencillez! Y, sobre todo, cuánto le costó que el distraído lector nunca notase olor a sudor, a gimnasio, en sus páginas.”

La prosa sencilla se ve como algo escolar, amateur, porque transmite la sensación de que el texto no ha costado esfuerzo. A Savater sus alumnos le decían “‘A ti se te entiende todo’, pero con un poco de reproche. Admiraban a los que entendían solo a medias, porque les resultaban más profundos.” Tengo un amigo que una vez, para no escribir la expresión “vender la moto”, que suena muy simple, escribió “saldar la motocicleta”. En vez de “convertirse”, pon mejor “tornarse”, que queda más literario. En vez de “es”, di “no es sino”. Mejor “antaño” (u “otrora”) que pasado.

La buena escritura es, según esta lógica, cuanto más palabras mejor, y cuanto más cerca de una carta de amor perfumada del siglo XIX, más respetable. Buscar el sinónimo más enrevesado para no caer en el cliché acaba siendo aún más cliché. A veces, como en el periodismo deportivo, parece mostrar un complejo de inferioridad frente a otros géneros periodísticos: si decimos “cancerbero” en vez de “portero” quizá nos tengan más respeto.

George Packer escribe en un texto sobre George Orwell en Letras Libres que “las palabras no deberían llamar la atención sobre sí mismas, deberían llevar al lector directamente a la realidad.” Esto no significa que en la sencillez y en la prosa clara no pueda haber un intento estético, o una búsqueda de la belleza. En “Por qué escribo” Orwell afirma que uno de sus motivos es el “Entusiasmo estético”: “La percepción de la belleza en el mundo exterior o, si se quiere, en las palabras y en su adecuada disposición. El placer ante el impacto de un sonido u otro, ante la firmeza de una buena prosa, ante el ritmo de un buen relato [las cursivas son mías].”

He escrito pocas cartas de amor. Pessoa decía que es más ridículo no haber escrito nunca una carta de amor que haberlo hecho. La que mejor me salió no la llegué a enviar. Era muy lacónica, con frases muy cortas, tenía ritmo y una buena estructura. Me basé en una columna de Félix Romeo en la que admitía que estaba enamorado. En ese texto, escrito en San Valentín, critica que “el amor nos sigue produciendo un tremendo pudor”. Escribe con naturalidad y palabras sencillas de algo tan común como el amor: “Estoy enamorado, sí. Y no me avergüenza decirlo, ni siquiera en San Valentín.” Su laconismo resulta tierno, casi ingenuo. No envié la carta porque me dio vergüenza enviar una carta de amor con una prosa tan fría. También me daba algo de pudor: no podía esconderme tras palabras enrevesadas. Quizá tampoco me creía del todo lo que decía en ella. Y me imaginaba una respuesta como “vaya, pero dime algo bonito”. Pero si le añadía metáforas, palabras cursis o arabescos, más que una carta de amor perfumada me parecía estar enviando una carta con olor a sudor.



viernes, 14 de abril de 2017

Mala redacción de estudiantes causa alarma en universidades

Esta es una nota de Costa Rica, y que la compartimos ya que en México hay una realidad muy parecida (por no decir que igual) con los estudiantes universitarios, que llegan a ese nivel sin saber escribir correctamente, analizar y sin comprensión lectora.


Fallas en comprensión de lectura y ortografía afectan desempeño
’U' obligadas a dar cursos de nivelación; MEP cambió planes para atacar vacíos
Los ensayos que la profesora Silvia Arce recibe de sus alumnos de Estudios Generales tienen, con mucha frecuencia, los mismos errores que se le podrían encontrar un escrito elaborado por un escolar.
Para la docente Arce, de la Universidad Nacional (UNA), esa es una de muchas pruebas de las deficiencias en redacción y ortografía con que los muchachos llegan a la enseñanza superior.
“Está fuera del alcance de muchos de los alumnos hacer un ensayo sencillo; escriben un par de líneas, no saben concatenar ideas; la ortografía es muy mala.
”Tienen una falencia total de estrategias de redacción, la cohesión de ideas, la puntuación, colocar tildes, todo”, dijo Arce, quien se desempeña en el área de Filosofía y Letras.
La preocupación no es solo suya; la tienen otros profesores y hasta rectores de universidades públicas y privadas.
También la comparten especialistas en Educación y el propio Ministerio de Educación Pública (MEP), el cual decidió modificar los programas de Español de primaria, donde comienzan a gestarse los problemas que luego llegan a los salones universitarios.
Dicha situación ha obligado a las casas de enseñanza a abrir cursos de nivelación en un intento desesperado por combatir los vicios.
En la UNA, por ejemplo, se imparten talleres dedicados a mejorar las destrezas en lectoescritura. En el 2016, unos 1.000 alumnos llevaron esos cursos, luego de ser referidos por profesores.
“Estamos afrontando los problemas de rezago con que cuentan los jóvenes. Tenemos cursos de nivelación; en el caso de redacción y ortografía, tenemos el plan Éxito Académico que es un programa dedicado a eso", explicó Alberto Salom, rector de la UNA.
Las universidades privadas también implementaron cursos de emergencia.
Sin embargo, Alban Bonilla, director de la Unión de Rectores de Universidades Privadas (Unire), reconoció que estos talleres no logran solventar las carencias por completo, sino que funcionan como una medida paliativa.
¿Por qué el rezago? La mayoría de los especialistas consultados apuntan a que estos vicios son arrastrados por los jóvenes desde la escuela y que empeoran por la falta de lectura.
Para Guillermo Malavassi, rector de la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA) y exministro de Educación (1966 a 1969), los fundamentos de redacción, ortografía y comprensión de lectura se aprenden en primaria y, difícilmente, hay tiempo para corregir deficiencias en secundaria, y mucho menos, en la universidad.
El fortalecimiento de la lectoescritura, a criterio de Malavassi, depende de los textos y del gusto por la lectura que los alumnos hayan desarrollado en primaria y secundaria. Además, se relaciona con el léxico que usen los padres en los hogares y la calidad de los maestros.
“Los estudios indican que los niños cuyos padres manejan un léxico adecuado y que tienen maestros que les fomentan la lectura, al tener entre 8 y 9 años, pueden dominar un vocabulario de unas 1.200 palabras. Si ocurre lo contrario, el léxico que manejan a esa edad puede llegar máximo a 200 palabras", manifestó Malavassi.
El uso de aparatos electrónicos también podría estar contribuyendo al rezago.
Alban Bonilla, director de Unire, señaló que los jóvenes tienen ahora la costumbre de acortar las palabras cuando escriben en el teléfono celular y que muchos de estos aparatos corrigen en forma automática los errores ortográficos.
“La falta del hábito de la lectura se nota en la universidad. La mayoría de los alumnos se resisten a leer; les gustaría conformarse con lo que uno les da en clase; si leen, lo hacen a medias”, aseveró Bonilla
La última Encuesta Nacional de Cultura, publicada en el 2014, reveló que el 51,4% de la población no leyó libros en los 12 meses previos a la consulta. El 17,5% leyó libros al menos una vez por semana y solo el 12,7% lo hizo todos los días.
La falta de lectura también se reflejó en los resultados del diagnóstico del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), que se dieron a conocer en el 2016. Según este estudio, Costa Rica desmejoró en el área de comprensión lectora, pues obtuvo 427 puntos y hace tres años esta puntuación fue de 436.
Además, en los últimos cinco años, la nota promedio de la prueba nacional de bachillerato de Redacción y Ortografía no ha pasado de 77.
Cambios. El MEP es conocedor del problema. Así quedó reflejado en la justificación del cambio en los programas de estudio de Español que realizó en 2014 para el nivel escolar.
“Los estudiantes no saben leer y escribir bien”, admitió el Ministerio en el texto.
La culpa, según el MEP, es de los “métodos tradicionales” de lectoescritura que no potencian la comprensión de lectura, sino solo la decodificación, o sea, los alumnos leen, pero no entienden. También atribuye responsabilidad a la “limitada” formación de los docentes.
Los nuevos programas, según la viceministra académica, Alicia Vargas, “transforman, radicalmente, el aprendizaje de la lectoescritura”. Se fundamentan en el desarrollo de las cuatro áreas comunicativas: comprensión oral, expresión oral, lectura y escritura.
Los resultados de dicha transformación se verán en los próximos años.
“Se han incluido proyectos para desarrollar el gusto por la lectura tales como Érase una vez y concursos para incentivar la creatividad literaria tales como Mi Cuento Fantástico , manifestó Vargas.
El MEP también afirma haber intensificado las capacitaciones de docentes y el uso de nuevas metodologías para desarrollar la lectoescritura.
Para Isabel Román, coordinadora del proyecto Estado de la Educación, el nuevo programa de Español “es bueno”, pero dijo que también es importante ver lo que pasa en el aula y dar acompañamiento al docente.
Gilberto Alfaro, director del Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (Sinaes) y coordinador nacional de ProLeer, añade otra urgencia más: No se trata solo del cambio en una asignatura porque hay que entender, leer y escribir bien en prácticamente todas las áreas del conocimiento.

'Los profesores se desesperan porque ven batalla perdida'

La pobre redacción, comprensión de lectura y ortografía que muestran los jóvenes en las aulas universitarias hace que los "profesores se desesperen, porque ven que es una batalla perdida".
Así lo describe Guillermo Malavassi, quien es cofundador de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA), y su rector desde 1976.
"Es muy extendida la problemática. Los estudiantes no saben redactar, analizar temas, no saben relacionar una cosa con otra, no saben de puntuación. La ortografía y la redacción se han de aprender en la escuela y para esto es importante que los maestros conozcan sobre esto", dijo Malavassi, quien fue ministro de Educación de 1966 a 1969.
Malavassi cree que los cursos de nivelación de redacción y ortografía para universitarios lo que hacen es "remendar" los malos hábitos que no se corrigieron a tiempo.
"Lo que no se hizo en la educación primaria no se puede reparar en un curso de un año en una universidad. Si los maestros no corrigen los errores que se cometen en el aula, los arrastran a la secundaria, luego a la universidad y con los mismos errores se terminan graduando como pasa actualmente", manifestó el rector.
A su criterio, sobresalen en la universidad los alumnos a quienes se les ha inculcado desde el hogar un buen léxico y maestros que les enseñaron textos bien redactados. A ellos se les facilita hacer los trabajos de la universidad y tienen mejor desempeño. Sobresalen quienes han tenido desde pequeños un gusto por la lectura.
Según el rector, a quienes llegan a la educación superior con problemas de lectoescritura, les cuesta expresarse, comprender una lectura y hasta entender las preguntas del examen.

sábado, 8 de abril de 2017

Cómo el medioevo se coló a nuestras aulas

¿Cómo surge la clasificación de las palabras? Te compartimos este artículo de la revista Algarabía.



Las partes de la oración que con tanto empeño nos enseñan en la primaria se conformaron en la Edad Media ¿Pero sabes a quién le debemos la caracterización sintáctica de los enunciados?





Si bien los tratados gramaticales de las lenguas «vulgares» de la Edad Media no partieron de cero,1pues la rica tradición grecolatina de Prisciano, Varrón y Donato circunscribió todos los trabajos,2sí representaron el afianzamiento de algunas cuestiones gramaticales, entre ellas, las partes de la oración que conocemos hoy en día.
El año 1492 no sólo fue ilustre por el descubrimiento de América, sino también porque el humanista y filólogo Antonio de Nebrija (ca. 1444-1522) publicó la Gramática de la lengua castellana, considerada la primera obra dedicada al estudio de la lengua castellana y sus reglas.
No en balde dicen que «el imperio va de la mano de la lengua».
Nebrija dividió la oración en diez partes de acuerdo con las tradiciones griega y latina, y mezcló la sintaxis con la morfología; por ejemplo, el sujeto con el nombre, que seguro le parecerán familiares, pues han prevalecido hasta nuestros días.
1. Nombre. Significa ‘cuerpo, cosa’. Tiene seis accidentes : calidad —común y propio—; especie —distingue patronímicos, diminutivos, aumentativos, comparativos, denominativos, función nominal de infinitivo, participiales y posesivos—; figura —simples y compuestos—; género —femenino, masculino, neutro, dual, trial, indefinido, epiceno—; número —singular o plural— y declinación por casos —provenientes de la latina en nominativo, genitivo, dativo, acusativo y vocativo.
2. Pronombre. Se llama así porque se pone en lugar del nombre propio, y tiene seis accidentes: yo, tú, él, nosotros, ustedes y ellos.
3. Artículo. Parte que se añade a algún nombre para demostrar de qué género es. Él lo clasifica en tres: el, la y lo.
4. Preposición. Es un nexo de relación que se antepone a una palabra, por aposición o composición.
5. Conjunción. Es una de las partes de la oración que junta y ordena alguna sentencia.
6. Adverbio. Lo compara con el adjetivo, ya que al añadirse al verbo determina alguna cualidad de la acción, así como lo hace el primero con el sustantivo. Considera los siguientes tipos: de lugar, tiempo, negación, afirmación, duda, deseo, «para semejar», «para jurar», cantidad, calidad, los terminados en –mente; los interrogativos, entre otros.
7. Verbo. Se considera la «palabra por excelencia» porque permite declarar o sentenciar algo. Distingue ocho accidentes: especie, figura, género, modo, tiempo, número, persona
y conjugación.

¿Ceviche o cebiche?

Has visto la palabra cebiche escrita así: ceviche o cebiche, ¿Cuál es la forma correcta? ¡Te vas a sorprender!

Te compartimos esta publicación de Larousse: